Réplicas: Películas replicantes

Crear vida, dar vida, tiene que ser una cosa maravillosa. Yo a todo lo que he dado vida en mi ya larga existencia es a unos muñecos que tenía de los Masters del Universo. Los agitaba en el aire y me montaba mis películas… así que lo más cerca que he estado nunca de crear vida es menear mucho unos juguetes que tenía de pequeño. Aquello ya era en sí fascinante, así que crear vida propiamente dicha debe ser la leche. Este es el poder que se le otorga (no es un super-poder, Keanu Reeves es un científico) al protagonista de Réplicas: el tipo puede dar vida, puede arrancar la consciencia de un ser humano ya fallecido y llevársela a un robot, creando así un nuevo ser… ¿RoboCop? ¿Terminator? ¿El cyborg aquel inquietante de Yo, robot?

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Pese a ver detallitos de otras cintas (alguna que otra del propio Keanu),  esta se sigue con mucho interés en su parte inicial, no solo cuando ante la desgracia el prota tiene que usar sus experimentos en casa (se veía venir…), sino también cuando vemos desarrollarse el experimento poco a poco, sin prisa, algo poco habitual en este tipo de películas. Sin embargo, llega un punto en el que la película parece no poder seguir siendo original por más tiempo, como esa leche que estás calentando de más en el cazo y se va a verter fuera sí o sí, y decide convertirse en el típico thriller de acción mil veces visto. Fue bonito mientras duró.

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Es el «premisa interesante, ejecución irregular» al que ya nos tiene acostumbrados Netflix pero el guión tiene su gracia y el reparto cumple; ahí está esa Alice Eve al que no acaban de darle un papel que haga justicia a su talento o yo no se lo recuerdo; o ese villano over the top que acaba siendo hasta gracioso. Un entretenimiento tan aceptable como perfectamente olvidable. 

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