
Una ganadora de dos Oscars. En un thriller de vecinos psicópatas. ¡Con Christopher Lee! A priori, “La víctima perfecta” lo tiene todo para pasarlo pirata. La media hora inicial se ve con agrado, es decir, Nueva York es bonita y Hilary Swank otra que tal baila. El problema llega tras el primer y “sorprendente” giro de guión, cuando la película pone sus cartas boca arriba: este es el psicópata, esta es la heroína, vamos a jugar al gato y al ratón hasta que lleguen los créditos. ¿Merece la pena quedarse hasta entonces? Sí. Siempre y cuando eches de menos las tv-movies de psicópatas que ponía Antena 3 después de comer.

Juliet Deverau (Swank) es una cirujana de urgencias que se muda a un nuevo piso intentando olvidar su reciente ruptura con su pareja (Lee Pace). Su casero Max (Jeffrey Dean Morgan) la recibe en el edificio con los brazos abiertos y, tras varios encuentros, Juliet se siente atraída por él (la alcahueta de su amiga no deja de animarla a que se lo zampe). Juliet frena su incipiente relación cuando se da cuenta de que es incapaz de olvidar a su ex. Max parece aceptar la situación con normalidad. Y es entonces cuando tu conciencia de espectador que ya ha visto unas cuantas de éstas te dice: “Max es un psicópata de tomo y lomo y ahora va a empezar la manduca”. Ah, conciencia cinéfila, qué sabia eres.

Remake inconfeso y descafeinado de “De repente un extraño”, aquella mítica cinta de psicopatías vecinales con Michael Keaton y Melanie Griffith donde el martillo neumático hizo su debut como arma cinematográfica, “La víctima perfecta” es todo lo que esperas. Hay tíos mirando como viciosos por mirillas secretas, mujeres bañándose mientras se toman un copazo de vino (Hollywood no parará hasta que lo hagamos en nuestras casas) y persecuciones locas en el final más eterno y rutinario de la noble historia del thriller de patio de vecinos. ¿Quieres giros de guión, medicamentos paralizantes de músculos, mujeres desvalidas que acaban convirtiéndose en guerreras implacables? ¡Pide y lo tendrás! Todas las casillas de las tv-movies del psicópata de andar por casa están marcadas, no falta nada… pero falta todo.
Porque a “La víctima perfecta” le falta -además de un título español algo más saleroso (el original “The Resident” tampoco es que sea la bomba)- garra, alma, pasión. Duende, que se dice en el sur. Es verdad que hacía tiempo que Hilary Swank no lucía tan sexy (¡y tan bronceada!) en la pantalla, que Jeffrey Dean Morgan tiene una honestidad tal que te lo crees de psicópata, de romanticón empedernido en “Anatomía de Grey” y hasta de cajero del Carrefour; y es verdad, también, que la dirección de Antti Jokinen (¡que dirigió el vídeo inicial de Eurovisión 2007!) no tiene nada especialmente denunciable, el tipo mueve la cámara con diligencia y hace avanzar el relato sin grandes alharacas. El problema, me temo, es ese guión urdido por el propio Jokinen y Robert Orr (con la tercera parte de “Underworld” en su mochila, no aportaré más pruebas). Más que un guión, es un collage. Un potaje. Un recuerdo colectivo del “psycho next door” que tanto furor causó en los 90. Lo raro es que Mimi Rogers, Gary Busey o Shannen Doherty no se den un paseo por el film en plan cameo.
Lo mejor: Hilary Swank y Jeffrey Dean Morgan, competentes hasta el pitido final; la fotografía del español Guillermo Navarro (“El laberinto del fauno”).
Lo peor: Que Christopher Lee haga de florero y, lo que es peor, sea despachado sin ninguna gloria. ¿Este es el afecto que le guardaban en Hammer después de 30 años?