Publicado en Teen-Wolf

Superman y yo

Esta semana se cumplieron 18 años del estreno de Smallville, y me ha parecido un momento estupendo para echar la vista atrás y pensar en todas las series de Superman que he visto y en su importancia (o no) en mi vida. Hoy voy a abrirme un poquito. Empecemos por la serie que ayer se hizo mayor de edad y que jugó un papel curioso en mi primera visita a Irlanda. Veréis, vivo en Dublín desde hace ya cinco años… pero esta no es la primera vez que vivo y trabajo en la capital de Irlanda, sino la tercera (… la vida es loca, no me preguntéis). La primera vez que vine yo era un pardo bazán. Aún más de lo que lo soy ahora, me refiero. Acababa de terminar la carrera (de periodismo, fuente inagotable de trabajos y salarios como bien saben todos los que la terminaron) y me vine a Dublín en busca de una actividad laboral que me diera un poco de dinerillo y, mayormente, a agitar un poquito mi vida. Lo de “mejorar el inglés” no me interesaba demasiado (el inglés y la lengua era lo único que se me daba bien en el cole) pero en el pack de “me voy a Irlanda a la aventura” entraba no solo vivir con una familia de acogida sino también estudiar en una academia por las mañanas durante cosa de uno o dos meses (poco inglés mejoré en aquel curso en el que el 90% de mis compañeros chinos usaban el pupitre para dormir)… pero volvamos a lo de Smallville, ¿dónde entra la serie de Villachica en mi vida?

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Pues resulta que la familia de acogida que me asignó la agencia que gestionó el tema tenía unos niños adorables (con los que pude hablar un ratito de Friends)… y UNA MADRE ABSOLUTAMENTE BRUJA. La primera noche me cogió en un aparte y me dijo que ni se me ocurriera volver a hablar con sus hijos (¿?)… y la mañana siguiente me dejó en la cocina preparado el “lunch” al que estaba obligada la familia a proveerme: un sándwich y una manzana. Veréis, aquello me olía a chamusquina y tardé pocas horas en hacer el petate y plantarme en las oficinas de la agencia, allá por el centro de Dublín, y decirles que o me buscaban una nueva familia (sin madre psicópata a ser posible) o al carajo el contrato con ellos. Que no fue barato precisamente. Me recolocaron en la casa de los Burke (una familia entrañable con unos niños guay que me ofrecían helados antes de acostarse) y todo fue bastante mejor. Pero la primera noche, aquella en la que la madre loca me amenazó con no acercarme a sus hijos y que era la primera que pasaba fuera de casa de mis padres y que suponía “el primer día de mi nueva vida”… pues se me hizo nudito en el estómago. ¿Qué pintaba yo allí, en un país en el que no conocía a nadie (o en el que solo conocía a una señora inestable)? Tan solo una cosa me dio un poquito de power: haciendo zapping en la tele de mi cuarto di con aquella nueva serie de Superman o, más concretamente, Clark Kent (no sé si en Irlanda y el Reino Unido llegaron a subtitularla “The Young Superman” pero juraría que sí). Se llamaba Smallville y tenía una iluminación oscura tipo Expediente X, con los personajes a menudo en sombra (recuerdo muchas escenas en la primera temporada de Clark y/o Lana alrededor de la estatua de un ángel en un cementerio), algún guiñito a la mitología de Superman y otros superhéroes (en aquellos tiempos las referencias a estas cosas se hacían un poco de tapadillo); y hasta momentos dawsónicos con Clark y Lana queriéndose sin quererse mientras sonaban cancioncitas pop marca de la casa (that being the WB). Vamos, que lo tenía todo para que fuera un espectador fiel.

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Y así fue y así fui, fiel desde aquella primera noche en la que me dio un poco de ilusión ante mi nueva realidad (“todo apesta pero eh, una serie de Superman”) hasta que terminó la serie con ese Tom Welling reacio a ponerse el traje hasta en el episodio final (¿¿será verdad que se lo pusieron por ordenador y que cuando se abre la camisa en la azotea del Daily Planet debajo no tenía ni S ni tenía nada??). He visto todos los episodios de Smallville que se han emitido, lo que tiene un mérito considerable teniendo en cuenta que buena parte de ellos son durísimos (… si a perder un tiempo que nunca recuperarás lo puedes llamar “mérito considerable”). A ver, que la serie también tenía sus pepinazos buenos, había tres o cuatro episodios por temporada que al seguidor de Superman lo ponían en órbita; cuando en Smallville lo clavaban, lo clavaban pero bien: los cameos de Christopher Reeve, la banda sonora de John Williams, la voz en off de Terence Stamp como Jor-El (¡el general Zod haciendo de su enemigo a muerte! Genius!), el primer “vuelo” de Clark, la llegada del Daily Planet y Lois Lane, el “arrodíllate ante Zod”, la tortuosa relación de Clark y Lana (que llegaron a agotar), la genial entrada y horrible salida de Supergirl, cuando Chloe descubre el secreto de Clark, la deliciosa maldad de Lionel Luthor, la primera “Liga de la Justicia”… y la relación de Clark y Lex, sin duda lo mejor que dio la serie (a esto ayudó la magnífica interpretación de Michael Rosenbaum… que dudo mucho que no acabe apareciendo por sorpresa en ese cross-over titánico que va a ser Crisis en Tierras Infinitas).

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Smallville portó durante casi una década en solitario la bandera de Superman, bandera que por aquel entonces no quería ondear ni el Tato (tanto es así que para Superman Returns la gente quería a Tom Welling… afortunadamente, no fue así; no tengo en nada del amigo Welling pero digamos que no es el mejor actor de su generación), así que mi cariño lo tendrá siempre. Al igual que Lois & Clark, las nuevas aventuras de Superman. Esta, una serie claramente noventera (¡Superman tiene mullet en el piloto!), sí que portó banderas en tiempos complicados. Veníamos del desastre que fue Superman IV: En busca de la paz (que no es tan mala, a mí Nuclear Man me sigue chiflando y la doble cita Superman-Lois/Clark Kent-Mariel Hemingway es divertida) y por aquel entonces Superman era aún más radiactivo que la araña que picó a Peter Parker. Afortunadamente, a alguien se le ocurrió una comedia romántica ambientada en el mundo de Superman, con el tono de pique continuo de sus protagonistas que había en Luz de luna; y contado todo desde el punto de vista de Lois Lane (uno de los títulos de trabajo del proyecto era Lois Lane’s Daily Planet… que viene a ser El planeta diario de Lois Lane… juego de palabras con el que también probaron al final de Man of Steel“Welcome to the Planet”, cuando Lois recibe a Clark como nuevo reportero). Al final tuvieron que meter “Superman” en el título pero la primera temporada fue básicamente lo que se pensó en la gestación del proyecto.

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Posteriores fichajes, despedidas y nuevos showrunners fueron transformando la serie en algo más inocentón y familiar, priorizando los supervillanos de la semana algo ridículos por encima de los dramas laborales-sentimentales, pero sin perder ese puntito elegante y juguetón que siempre tuvo la serie (que hasta tuvo el detallazo de saludar a sus fans –los FoLCS, Fans of Lois and Clark– desde la rotativa electrónica del Daily Planet). Entregado a Teri Hatcher como estaba a mediados de los 90 (Best Lois Ever, sorry Amy Adams), qué duda cabe que no me perdí un solo episodio. Entre sus mejores momentos debo destacar la trama de los clones (una bizarrada, divertidísimo), la pérdida de memoria de Lois, o lo bien que resituaba la serie al personaje de Clark en el mito de Superman: tal como estableció John Byrne en los cómics, Clark era la persona real y Superman era el disfraz (todo lo contrario de lo que cree Tarantino, como nos dejó claro en el monólogo final de Kill Bill Vol. 2). De Dean Cain no puedo decir muchas cosas buenas (oía el otro día en El sótano del planet que hasta era defensor de Trump, ¡arght!) pero una que sí puedo decir es que fue un gran Clark Kent, uno nuevo.

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En mi vida no tuvo una importancia capital pero quiero mencionar una cosa genial que aún recuerdo de Lois & Clark: las pedazo de cartas que me escribía con una chica comentando la serie. Internet aún no estaba en nuestros hogares como el grifo del agua de la cocina, aquello iba a patadas, las fotos tardaban en cargar una eternidad y no te digo ya lo de imprimir… y aquella chica debía tener la mejor conexión de España porque me mandaba unas fotos de la serie demenciales, de una calidad extrema, algunas parecían casi fotos originales, como si hubiera revelado ella misma el negativo… ¿¿me estaba escribiendo con la propia Lois Lane?? Creo que la chica, cuyo nombre he olvidado y rabia que me da, adaptó el apodo de “Wanda Detroit” (que es el nombre que se pone Lois cuando pierde la memoria y cree ser escritora de novelas de misterio o cantante de jazz o yo ya no recuerdo…) y era absolutamente GENIAL descubrir una carta suya en el buzón. Ojalá le vaya guay, ¡un saludo desde aquí si me lees, FoLC! ¿Viste a Dean Cain y Teri Hatcher en Supergirl? Cool, right? (Todo esto de mandarse cartas con gente desconocida se llamaba “penpals” –algo así como “amigos de boli”, jajajaja- y era desde luego menos inmediato que Whatsapp pero tenía su cosilla).

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A Suberboy (o The Adventures of Superboy a partir de la segunda o tercera temporada) no le tengo tanto cariño aunque intentaba verla religiosamente cuando era pequeño. El primer Superboy (John Haymes Newton, escribo de memoria, espero que sea el nombre correcto) me parecía un paquete absoluto, ¡con ponerle un rizo en el pelo no vale, hay que hacer algo más!… así que agradecí que lo reemplazaran con el tal Gerard Christopher (que creo que se inventó el nombre para parecerse a Christopher Reeve) que al menos tenía un poquito de charm y parecía pasárselo pipa siendo Superman (lo llamaban Superboy pero aquel señor ya fumaba y tenía pelos en los h la barba). La serie era un truño importante que cuando me la pongo hoy en YouTube no aguanto ni cinco minutos pero en su momento era todo lo que un fan de Superman podía llevarse a la boca. Además, seguía muy a rajatabla los cánones impuestos por Richard Donner en la película (cánones que han influido hasta a la Liga de la Justicia, ver momento musical de Superman en su pelea contra la liga…) y si te gustaba en su mundo, no podía desagradarte el de Superboy. Y salía Stacey Haiduk (de nuevo, escribo de memoria, ojalá lo haya escrito bien), una pelirroja absolutamente preciosa que hacía de Lana Lang y de la que nunca me he olvidado. Con el tiempo, tanto John Haymes Newton como Stacey Haiduk acabarían saliendo en Melrose Place, así que todos contentos (todos = yo).

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Luego está el serial de George Reeves, que no he visto pero me hago a la idea con todos los clips que han ido cayendo por mi vida (y la película de Ben Affleck y Diane Lane sobre la muerte del actor recreaba parte de la misma), o las distintas series de animación del personaje, que tampoco he catado. Con Supergirl no he podido seguir debido a una extraordinaria falta de interés en esa serie llamada Los Amigos Alienígenas de Supergirl en la que se convirtió la serie desde que se marchó Ally McBeal (lo mejor de la serie by a mile). Y mira que han ido metiendo ingredientes tipo Lex Luthor, nuevo traje de Supergirl, llega Superman, esto, lo otro… quizá algún día la retome (hablando de la influencia de Richard Donner… echadle un vistazo al piloto de Supergirl). La actriz es una trooper de esas que dicen los yanquis, lo da todo, pero el producto me parece exageradamente inane. Inane Igartiburu.

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Esta ha sido mi experiencia con las series de Superman y… ¿cómo, que no digo nada de Krypton? A ver: plantear una especie de Juego de Tronos kriptoniana, tirando de la excelente media hora inicial de Man of Steel pues muy bien, compro. Pero si un fan de Superman como yo no puede siquiera terminar el episodio piloto del sopor que le produce… pues algo mal estamos haciendo aquí. Habían anunciado Lobo, Brainiac y Perico el de los palotes para la segunda temporada pero esto es lo que pasa cuando te dedicas más a construir para el futuro que edificar para el presente, que lo que cuentas ahora no tiene el más mínimo interés. Pero oye, ojalá alguien me diga en los comentarios que la serie mola y que tengo que verla.

Y vosotros, ¿qué serie de Superman habéis visto en vuestra vida?

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